Antes de nada...

Este es un blog en el que se publica una historia, cada entrada la continúa empezando desde la más antigua, la parte uno.
NO es el fenómeno literario de la década, tan solo una historia aun sin acabar, con muchas cosas que corregir, muchos detalles que añadir y sin ni siquiera un título...es un conjunto de "hojas en sucio", un borrador.
Dicho esto únicamente espero que lo disfrutéis y por supuesto critiquéis.

martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo 10.


DIEZ
UN ÚLTIMO “HASTA PRONTO”
Narra Anouk
 
Era cierto, la estaba besando, llevaba tanto tiempo esperando aquello... nunca había sido un hombre, pensaba que ser un hombre era ser duro y firme tal como me habían enseñado. Justo entonces supe que me equivocaba.
En ése momento éramos uno solo y duraría para siempre, por desgracia en la vida real solo era cuestión de segundos perderla.
Ése pensamiento me hizo intensificar el beso y abrazarla con fuerza, no quería dejarla ir, no podía ahora que de verdad la tenía conmigo. Pero aquel beso tuvo que romperse.
Nos miramos a los ojos, ambos llenos de lágrimas, durante unos segundos y ella cogió su guitarra y, sin dejar de mantenerme la mirada, se separó de mí y se metió en el coche que arrancó segundos después.
Y me quedé allí solo, viendo su coche alejarse y sintiendo una presión en el pecho que no me dejaba respirar. Le pegué una patada a la valla de la casa con todas mis fuerzas antes de dejarme caer en el suelo. Las lágrimas comenzaron a caer, las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo, que nunca había dejado salir. Ella misma me dijo “llorar es humano”. 
Estaba tirado en el suelo, llorando. Nunca había sentido algo así, puro dolor y ni un rasguño. Era otro tipo de dolor, uno que nunca había experimentado, el dolor del corazón... que ahora estaba roto y solo. Aún así, chocando con el odio que me invadía, que luchaba con el amor para perder la conquista de mis sentimientos entonces.
Yo que siempre había sido tan impasible a todo, tan distante.
Me levanté con dificultad, tirando de mi mismo y me dirigí hacia mi caballo. Me subí, apreté los puños con decisión y dejé atrás aquella casa, junto a un pedacito de mí.
Al llegar al poblado los chicos me esperaban y todos me abrazaron, me dijeron en mi opinión demasiadas palabras de consuelo, pero yo no las necesitaba, no las quería. Lo único que quería era echarme y no despertar, así que me dirigí a una zona despejada y me tumbé boca arriba. Lo único que hacía era pensar y pensar en tantas cosas... todos eran pensamientos de rabia, que eclipsaban los pensamientos buenos de aquel momento que habíamos vivido. Un cosquilleo recorría mis piernas impulsándome a salir corriendo, pero no tenía fuerza. Me movía bruscamente cada vez que me recordaba que ya no estaba aquí.
Tanto tiempo enamorado de ella, ni yo mismo quería admitirlo... sólo era una cría sin la cual no podría vivir.
 
Cuando la conocí sólo podía mirarla con la ternura que ella me producía; sus ojos azules, limpios y sinceros, sus labios finos, su piel clara y suave, su pelo, su cuerpo, tan pequeño y ligero junto al mío y a la vez perfectamente esculpido. Aquel día que la conocí cambió mi vida, solo que yo aún no podía darme cuenta. Nunca podría acostumbrarme a una vida sin ella, sin su risa, sin su espontaneidad, sin su cariño, sin su mirada... sobretodo sin su comprensión constante, solo ella sabía tratarme, me conocía y era la única que sabía “domar a la bestia”. No podía vivir sin ella, no podía.
Esperé al último momento para hacerle ver lo que sentía por ella, siempre intentando ser un hombre me comporté como un crío... no podía contener la rabia, la impotencia.
Sumido en mis pensamientos finalmente me quedé dormido.
 
Durante el día sólo pude pensar en lo que implicaba estar solo, ¿por qué nunca me había dado cuenta de que estaba solo? Martha y Daku, ahora mi hermana y Jack... yo era el único que con veintiséis años no había formado una familia. Era el raro, no estaba cumpliendo con la tradición, con lo que se supone que es normal y cada día me sentía más desplazado de mi gente.
Y pasó el día, en apenas un abrir y cerrar de ojos.
Me tiré a dormir con el sincero deseo de no volver a despertar hasta... no sé, ¿primavera? O quizás hasta que ella estuviera de vuelta.
Clair. Tanto tiempo a mi lado y no supe apreciarla lo que debía... ya no estaba. Maldita sea, Clair.
Sólo podía pensar en ella, cada noche y cada día, nunca habíamos pasado tanto tiempo separados desde que me fui, nunca. Éramos uno y me gustaba, es fácil acostumbrarse a algo bonito, pero casi imposible desacostumbrarse. A mí me estaba costando la cordura. Ya no era cuestión de amor, aunque la amaba nada podía reemplazar nuestra amistad... en mi lista de recuerdos dejé atrás aquel perfecto beso.
Pasaron semanas así, estaba en una de mis peores noches, ya llevaba horas sin conseguir pegar ojo y no podía más.
            -Maldita sea, menudo debilucho estoy hecho que llevo semanas llorando como un bebé. Soy un completo estúpido... –murmuré con esa sensación de rabia en mi estómago, golpeando mi cabeza contra la tierra- Solo cinco años y estarás de vuelta, pero... no puedo esperarte tanto. Joder Clair, no soy suficiente para ti, no debería interponerme en tu camino... encontrarás a un hombre con dinero, estudios y... camiseta –sollocé, sin parar de negar con la cabeza- pero ¿qué me has hecho para que no pueda dejarte ir?
Cuando alguien que siempre has tenido se va, te das cuenta de que le echas de menos y es entonces cuando ves que ya no volverá... y eso era lo que creía imposible asumir.
Entre murmullos a mí mismo me quedé dormido, una noche más, o eso creía. Me desvelé sin remedio de madrugada, había tenido una pesadilla de nuevo y no podría volver a conciliar el sueño. Revolviéndome inquieto tuve una idea disparatada, más que una idea, fue un empujón de la fuerza magnética que me unía a Clair.
Salí con sigilo en dirección a su casa a lomos de mi caballo, sin saber siquiera mi propia intención.
Subí con cierta impaciencia a la habitación de Clair jugando con el truco de su ventana, por la que tantas veces me había colado. Al entrar me envolvió aquel aroma característico suyo, me quedé parado y me concentré en el olor, y di un paso más, todo estaba vacío... sus pósters de los Beatles, sus cuadros, todas esas cosas de estilo hippies que ella ponía en las paredes y estanterías con todos esos pósters sesenteros, su caza-sueños, sus fotos... no quedaba nada, a excepción de libros en los estantes y algunas fotos. Observé detenidamente aquellas fotos que siempre habían estado allí y que yo nunca me había parado a mirar. En una de ellas estaba ella con unos seis años más o menos sentada en el césped de su jardín que casi la sobrepasaba en altura. Se la veía reír con sus pequeños dientecitos y miraba al objetivo con sus preciosos ojos azules, entonces más claros que en la actualidad. Me sonreí a mí mismo, tan linda...
En la siguiente foto salía tocando un piano de cola, ya adolescente, no mucho antes de yo conocerla. Lucía un bonito traje azul por la rodilla y tenía el pelo recogido en un moño alto. Parecía ser la protagonista de un concierto de piano y estaba guapísima.
En la última foto su rostro actual me devolvía la mirada directamente, salía de frente sentada en la moqueta de su casa, sonreía ligeramente mostrando los dientes, rodeando su guitarra con sus delgados brazos escondidos bajo el chaleco ancho que llevaba, como si abrazara el instrumento
Cogí el marco y lo miré durante unos segundos... contemplé su preciosa sonrisa con esa ligera separación en las paletas, sus ojos tan inocentes mirándome, el pelo cayendo sobre sus hombros... Cogí la foto y la guardé. Me acerqué a su cama, dubitativo, pero finalmente me senté en ella y me derrumbé sobre su almohada en un llanto inconsolable y silencioso, que amenazaba con durar eternamente.
Me obligué a marchar, a cesar con la tortura. Y bajé con torpeza por la ventana, guardé la foto en una bolsa de piel que llevaba cruzada rodeando mi cadera y cabalgué hasta que llegué a casa, donde la saqué para mirarla de nuevo.
Después de pasear en la mañana solo por la selva, busque a los chicos cuando ya era la hora de comer. No veía a nadie, April, una chica del poblado, se acercó a mí.
            -Se han ido todos y te han estado buscando para que vayas con ellos pero no estabas, así que me he ofrecido a “buscarte” –me dijo April con una sonrisa- Al parecer solo yo te había visto salir del poblado, preferí no decir nada, así que...
            -April, muchas gracias. No creo que estuviesen de acuerdo con que me “torturara” más yendo a...
            -Sé donde has ido –me interrumpió-
            -A la selva...
            -Sé que de madrugada has ido a su casa, te oí marchar –insistió April.- Escucha, yo te comprendo, comprendo que estés así, es normal...
            -Pues parece que eres la única que piensa así, en cualquier caso, gracias de nuevo.
            -Es un placer Anouk.
            -Oye... ¿te apetece comer conmigo? En vista de que todos se han ido... –le pregunté a April-
            -Claro.
 
Y así fueron las cosas. Al principio todo era como antes, la quería. Con el tiempo y aun queriéndola, me acostumbraba a vivir sin ella.
De hecho, me apoyé bastante en la amistad que empecé a forjar con April, la joven de mi poblado.
Y así fue como sucedían los años.
Pasó un año, pasaron dos años, tres... habían pasado cuatro años desde que Clair se había marchado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario