Antes de nada...

Este es un blog en el que se publica una historia, cada entrada la continúa empezando desde la más antigua, la parte uno.
NO es el fenómeno literario de la década, tan solo una historia aun sin acabar, con muchas cosas que corregir, muchos detalles que añadir y sin ni siquiera un título...es un conjunto de "hojas en sucio", un borrador.
Dicho esto únicamente espero que lo disfrutéis y por supuesto critiquéis.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Capítulo 4.


CUATRO
CONTACTO
Ése sábado siguiente me levanté temprano, hice un par de sándwiches y los metí en una mochila de cuero con algo de bebida, preparé a Nala y salí de nuevo decidida hacia la selva, ése sitio si que me gustaba, era precioso… tenía la esperanza de encontrarme allí a Anouk.
Llegué en una hora escasa y sin bajarme del caballo me adentré cada vez más entre los árboles, me paré junto a un árbol enorme, no muy lejos del claro de la última vez y comencé a gritar el nombre de Anouk. Sabía que era una estupidez, lo era… no iba a oírme, seguro. Aunque si su poblado estaba cerca y el solía estar por allí, tampoco veía por qué no iba a oírme…
Minutos después, allí apareció él, esta vez con los brazos y el pecho pintados con extrañas formas. “Cosas de aborígenes” -pensé- y corrí a su encuentro, aún gritando su nombre.
-¡Shh! –me interrumpió-
-¿Qué ocurre? –le pregunté, algo alarmada mirándole fijamente-
-Mi tribu está aquí detrás –dijo señalando los inmensos árboles-
Me cogió de la mano y me instó a subirme a mi caballo.
-Espera aquí –dijo al tiempo que salía corriendo entre los árboles-
Me quedé allí sentada, acariciando el cuello de Nala impaciente. Miraba a todos lados, buscando a Anouk.
Pasaron unos cinco minutos cuando apareció él a toda velocidad cabalgando a el mismo brumbie del otro día, Aníbal.
Pasó a mi lado y me hizo un gesto con la mano para que le siguiera. Sin pensarlo dos veces, salí tras él.
Cabalgamos uno al lado del otro durante un buen rato, jugueteamos todo el rato con las manos y más de una vez me tambaleé perdiendo el equilibrio; él no, por supuesto.
Llegamos a una pequeña explanada de hierba. Anouk se bajó del caballo y se dirigió a mí para ayudarme a bajar.
-Éste es un buen lugar, da el sol y corre brisa –dijo mientras me tendía su mano y me ayudaba a bajar-
-Hm, no está mal.
Atamos los caballos en un árbol no muy grande y nos sentamos en el césped. Nos quedamos allí un rato tendidos, hablando… con Anouk siempre se podía hablar de todo.
Saqué los sándwiches de mi mochila.
-Seguro que en esto no habías pensado –dije entre risas mientras le ofrecía un sándwich vegetal-
-Cierto, ahora tú me complementas –me contestó distraído mientras quitaba el plástico que cubría el sándwich-
-Para eso están los amigos.
-¿Qué edad tienes? –me sorprendió en el instante-
- Quince… -contesté algo extrañada-
-Nos llevamos nueve años... parece mentira que esté más a gusto contigo que con otros chicos de mi edad –murmuró sin levantar la vista del suelo-
Fue un alivio que dijera eso, pensé que iba a decir algo de que era muy pequeña o algo así, me extrañó que me preguntara la edad. Y bueno, me gustó mucho que dijera que le complementaba, él simplemente lo dijo pero para mí significaba mucho y creo que a Anouk le costaba hacer comentarios buenos hacia mí, le daba como… ¿vergüenza?. Algo así.
-¿Por qué es vegetal el sándwich? –comentó, desviando el tema-
-Soy vegetariana –le dije, mostrándole el otro sándwich idéntico-
Anouk sonrió para sí, mirándome de reojo y conteniendo la risa.
-¿Qué ocurre?
- Nada, solo que a mí me encanta la carne y aún así me gusta eso... no sé –dijo entre risas-
No le contesté, no hacía falta… tan solo reí con él.
Pasamos ahí toda la tarde, se pasó realmente rápido, dicen que cuando estás a gusto el tiempo pasa más rápido y mi bienestar había hecho que mi tarde pasara en menos que canta un gallo.
-Anouk, ¿puedo hacerte una pregunta? No quiero ser indiscreta, sólo es que...
-Puedes preguntar cualquier cosa, conmigo como si la indiscreción no fuera nada –me cortó él en una risa-
-En ese caso, sólo me preguntaba por qué eres... diferente. Quiero decir, tu piel es más clara, tu nariz más fina, tu pelo es menos rizado... en general, no eres como otros aborígenes.
-Bueno, digamos que hay una parte de mí que aún no sabes... soy un poco mutante, –dijo entre risas- no soy puramente aborigen. Eso explica todo cuanto has dicho y también que sepa hablar en inglés.
“Lo cierto es que mi padre era, bueno, es un hombre blanco. Cuando mi madre era muy joven, estuvo en una fundación donde intentaban educar a los aborígenes enseñándoles a leer y escribir entre otras cosas, con intención de insertarlos en la sociedad blanca. Su educador se llamaba Jim, era un aussie (australiano) de pelo rubio, ojos claros y tez blanca... imagínalo. El caso es que ese joven se enamoró de mi madre perdidamente: todo el día estaba con ella, la convencía para llevarla a comer algo o a pasear... hacía cuanto podía para hacerle ver a mi madre que quería estar con ella. Y al principio ella intentó pararle los pies, pero poco a poco se fue encantando del blanquito hasta que terminó por enamorarse de él. Ella siempre cuenta la primera vez que le besó, cuando una noche la dejó a las puertas de la residencia donde ella dormía. 
Lo complicado era que entonces, más que ahora, la sociedad negra no estaba muy bien vista como ya sabrás, y para mi padre el no poder estar con mi madre abiertamente fue muy difícil. Era un hombre excepcional desde luego, para enamorarse de una chica negra y seguir adelante con ello... había que ser valiente.
Después de tener muchos encuentros mi madre tomó la decisión de quedarse indefinidamente, dejaría la tribu por estar con el hombre al que amaba. Hacían una pareja muy especial, además de su imagen física.
Bueno y lo demás es fácil de adivinar, mi madre fue a vivir con él y se quedó embarazada de mí en poco tiempo. El problema surgió cuando cumplí los seis años, mi madre no estaba feliz, echaba de menos sus costumbres y a su gente... su vida era muy monótona y no podía con ello.
Le explicó a mi padre que quería educarme en la tribu, como a ella le educaron, y él se negó. Así que un buen día nos fuimos, sin nada, desierto a través en lo que fueron dos días de camino. Mi padre desde entonces no ha hecho nada por buscarme, además no sabe que tiene otra hija, mi hermana Lucy. Mi madre cuando se fue, estaba embarazada de ella.
Casi no nos aceptan de vuelta en la tribu pero finalmente... aquí estamos, aquí estoy yo.”
-No puedo creerlo –dije boquiabierta- por un lado es una historia hermosa, por otro lado triste... gracias por contarlo, por confiar en mí.
-Lo tomo con optimismo, es una historia hermosa ya que estoy feliz ahora tal y como vivo. Bueno si no confío en ti, ¿en quién voy a confiar? 
-Eso dices ¿eh? –dije entre risas- vaya, la verdad es que no lo esperaba.
-Ya bueno, ya no soy tan exótico ¿ves? 

Estaba ya anocheciendo y nos dispusimos a irnos, tenía que salir pitando, no podía volver sin ver nada al galope.
Fuimos hacia los caballos y sin querer y para variar, tropecé y por suerte me pude apoyar en el árbol para no caerme. Me había torcido el tobillo al meterlo por accidente en un agujero y Anouk se acercó corriendo a mí.
-¿Estás bien, Clair? –me preguntó, algo preocupado-
-Sí, de veras, no te preocupes –contesté con un hilo de voz-
-Que mal mientes –añadió con una sonrisa irónica-
Me cogió de los brazos y levanté la cabeza, estábamos más cerca de lo normal, apenas un palmo nos separaba y, sin poderlo evitar, tiré suavemente de las manos de Anouk,  acercándole a mi. Fue un impulso estúpido, que me puso nerviosa y el corazón se me agitó, apretaba con fuerza las ásperas manos de Anouk. Él parecía tranquilo, pegó lentamente su cara a la mía y cerró los ojos. Rozamos con la nariz, Anouk ahora respiraba más rápido al igual que yo, podía sentir su aliento cálido en mis labios y me atrajo a él con las manos. 
Nuestros labios apenas rozaron un segundo cuando Anouk rectificó. Deslizó su mejilla junto a la mía, me abrazó y me dio un beso en el hombro.
-Esto no está bien, ¿verdad? –dijo, pareciendo que se lo preguntaba a sí mismo-
-Ha sido un impulso, lo siento... eres mi amigo, no debí hacer eso –añadí con firmeza, negando repetidas veces con la cabeza-
-¿Hacer? ¿Hacer qué? Aquí no ha pasado nada –dijo separando el abrazo y dejando escapar una pequeña risa-
Reí con él y me dio un pellizco en la mejilla, me lo hacía bastante a menudo de forma cariñosa.
Me dispuse a andar hacia mi caballo pero tan solo al posar el pie en el suelo me desplomé, Anouk me cogió a tiempo en brazos y me subió sobre Nala. Se amarró las riendas de su caballo al brazo y se subió conmigo.
-¿Qué haces? –inquirí-
-No pienso dejar que te vayas sola con el tobillo lastimado y de noche, está claro.
No quise discutirle, fuimos al trote en dirección a mi casa, no tardó en anochecer y desperté ya en la entrada de mi casa, me había quedado dormida y Anouk me despertó cuando llegamos. No tenía ganas de moverme, estaba con la cabeza apoyada en el pecho de Anouk y con el suave trote del caballo estaba relajada. Hice algunos gemidos y me retorcí sobre él, negándome a despertar.
-Vamos Clair, tienes que entrar en casa –susurró Anouk en mi oído-
Me incorporé lentamente y me bajé del caballo de golpe. En el instante, sentí un pinchazo en el tobillo derecho que subió casi hasta la cadera, un dolor fortísimo al dejar caer mi peso sobre el tobillo que me impedía mantenerme en pie y, sin poderlo evitar, caí al suelo de espaldas y apoyé el cuerpo sobre los codos con las lágrimas saltadas.
En el tiempo que caía, Anouk bajo de un salto del caballo y me incorporó al momento.
-Madre mía Clair ¿estás bien? Soy un descuidado, perdona, debería haberte ayudado  -dijo levantándome del suelo en sus brazos-
-No, no tienes la culpa, no es nada, demasiado que me has traído hasta aquí –dije dolorida y le dediqué una leve sonrisa-
-Anda, deja que te lleve.
Se dirigió a la puerta conmigo en brazos y llamó al timbre. En ése preciso instante pasó la imagen de mi madre por mi cabeza, me iba a acribillar a preguntas sobre Anouk, francamente no sabía cómo iba a reaccionar.
Segundos después fue mi padre quién abrió la puerta y contempló la imagen algo confuso.
-Pe… pero ¿qué ha pasado? –balbuceó observándonos-
-Señor, se dañó el tobillo y la he traído a casa –contestó Anouk inseguro-
-Vaya chaval pasa, pasa –dijo mi padre, al tiempo que le abría la puerta a Anouk invitándole a entrar-
Anouk entró despacio, parecía que mi peso para él no era ningún problema y me tendió cuidadosamente sobre el sofá. Me apartó un mechón de pelo que caía sobre mi mejilla y me hizo una caricia en la cara.
-Me has dado un buen susto –susurró mirándome fijamente a los ojos-
Era la primera vez que clavaba sus ojos en los míos con tanta firmeza. En ese momento mi padre se acercó.
-Menos mal que tu madre tiene hoy turno de noche, ¿le conoces? –me preguntó señalando a Anouk-
- Sí papá, es un amigo.
-¿No es un poco mayor?
-Tengo veinticuatro señor –añadió Anouk-
Él miró a Anouk de arriba abajo y le hizo un gesto invitándole a sentarse. Mi padre siempre había sido muy bueno, no era capaz de tratar mal a nadie.
-Bien, voy a traeros algo de beber, debéis de estar cansados –dijo mi padre, caminando hacia la cocina-
Anouk se levantó y se sentó junto a mí en el sofá echándose los pelos detrás de la oreja.
-¿Está enfadado tu padre? –preguntó preocupado-
-En absoluto –negué con la cabeza- solo un poco contrariado, no suelo llegar en brazos de chicos aborígenes de más de veinte años con el tobillo lastimado –dije con ironía-
Anouk sonrió levemente, sin eliminar ese toque duro en su expresión. Tenía mis manos cogidas con fuerza y no dejaba de moverlas con nerviosismo.
-Tranquilo Anouk, si no pasa nada –le dije con una sonrisa, intentando tranquilizarle-
En ese momento llegó mi padre sonriente. Llevaba una bandeja con dos vasos de Coca Cola y un par de medias noches. Desde luego mi padre era un cachito de pan.
Anouk y yo nos comimos las medias noches y estuvimos un rato hablando, también con mi padre. Ya eran casi las once de la noche y Anouk se levantó.
-Bueno, tengo que irme… ya deben de estar preguntándose dónde estoy –dijo él-
-Te acompaño a la puerta –le contestó mi padre-
Anouk se acercó a mí y me hizo una caricia en el brazo con una expresión seria y se dirigió hacia la puerta seguido de mi padre.
-Adiós señor –le dijo Anouk a mi padre sonriendo-
-Llámame John muchacho –añadió mi padre dándole un golpe amistoso en el hombro-
Anouk asintió y se fue, dedicándome una sonrisa desde la puerta antes de irse.
Mi padre cerró la puerta y se dirigió hacia mí, me cogió y se encaminó hacia mi cuarto.
-Haremos que esto no ha pasado ¿vale? Es mejor evitarnos el cuestionario de tu madre, no quiero preocuparla.
-Está bien –dije, adormecida-
-Cariño, confío en ti. No hagas locuras, ya sabes a qué me refiero –me dijo con seriedad mientras me dejaba sobre la cama y me daba el pijama- 
-No te preocupes por nada, sé lo que hago.
Mi padre abandonó la habitación, yo me puse el pijama como pude y me acosté. Realmente estaba deseando que mi madre llegara, tenía el pie muy hinchado y me dolía. Al acostarme escuché a mi padre hablar por teléfono con mi madre y explicarle lo de mi tobillo, él no sabía como reaccionar ante esos casos.
Tumbada en la cama, pensé en Anouk, en ése día y en lo que había ocurrido. Quise recordar la sensación de sentirle tan cerca, de sentir su respiración… no podía quitármelo de la cabeza, nunca me había sentido así y no podía evitar las ganas de repetirlo. Ese fin de semana mágico había tenido la culpa de que me sintiera lo suficientemente relajada como para dejarme llevar por impulsos irracionales.
Aun así, Anouk era mi amigo, mi mejor y único amigo y no sentía nada más que amistad hacia él, ni siquiera me planteaba tal cosa.
Me sumí en mis pensamientos y me quedé dormida, con el pie lastimado sobre un cojín. 

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